jueves, 7 de junio de 2012

¡¡¡¡Encuentro de última hora con Rivers!!!!!

Sí, mis niños, como os gritaba hace unos momentos, hace cosa de, bueno, algunos mesecillos vuestro Primo y Rivers tuvieron uno de esos duelos en los que se juega el futuro de la Humanidad, un encontronazo tan súbito y destructivo que desde entonces ando barruntándolo, cavilándolo, sin saber muy bien cómo enfocarlo, sabiendo que hay moraleja pero sin saber cuál.

El caso es que vuestro Primo iba en su limusina a uno de esos opulentos playeos en los que tanto echa de menos al tito Álvaro, a recolectar simpáticos pepinos de mar.
"¿Para qué mierda?", os preguntaréis horrorizados.

Ehm, bueno, no os salgáis del tema, sí, bueno, es mejor así...


Parece que del de los Rivers se aprovecha todo...

Como iba diciendo, iba yo en el asiento trasero, pateando al chofer, bebiendo, cantando canciones infantiles, cuando el coche se paró ante un semáforo en rojo.

"¡Mierda!"-exclamé, sintiendo cómo mi libertad de sentir la velocidad era súbitamente recortada.

En efecto, nos encontrábamos en un paso de cebra, y un par de niños estaban cruzando por él.

"¡Atropéllalos, Hugo! ¡Total, parecen niños de la calle! ¡Nadie llorará en su entierro!"- chillé, y carcajeé salvajemente.

Pero en ese momento me percaté del rostro de uno de ellos. Bueno, miento, lo que me hizo reconocerlo fue aquello que tenía pegado a la parte inferior del rostro.

-"¡Hostias! ¡Me cago en la puta! ¡Pero si es el rivers! ¡¡¡RIIIVEEERS MAMoOoONaAa!!!"- susurré sensualmente.

Él me vio, se lo pensó dos veces, se cercioró de que no era un acreedor, terminó de cruzar el paso de cebra (que para él era más bien "de zevrah") y vino corriendo a saludarme. Abrí la ventanilla lentamente, altanero.

Y ahí, mis niños, empezó LA CUENTA ATRÁS. Pues el semáforo estaba ya a segundos de volver a ponerse en verde y reactivar la rabia asesina de la larga fila de coches que se había ido acumulando.

Y, justo en ese crítico momento, Rivers y yo NOS SENTAMOS A CHARLAR UN RATO. Él apoyó sus brazos, y con ellos el peso de su corpulento tronco, en la frágil ventanilla, introdujo su barbada cabeza en el coche y me hizo cosquillas en los dedos del pie.

-"¿Cómo te va?"- pregunté entre risitas.

(EL SEMÁFORO YA ESTABA EN VERDE)

-Pues bien, ya sabes. Lo típico. Un chanchullo por aquí, un chanchullo por allá. Pero se vive, se vive. Se gana al menos para, ya sabes, para lo que hace falta. ¿Y tú?

(Los coches pitaban, qué digo pitaban ¡rugían!)

-Yo -respondí con elegancia- igual, igual. Lo que pasa, querido, es que mis chanchullos son de alto standing, ya me entiendes.

-¿Cómo? ¿Alto tati?- intentó repetir torpemente.

-Sí, bueno, ya comprendes, ¿no? Eres un chico muy listo, siempre lo fuiste. ¡Qué pena que te echaras a perder ! Con esas pintas de troglodita...

(¡Se escuchaba fuego detrás de nosotros!)

-Y, bueno, ¿cómo le va a la peña? A la vieja guardia. Hace tanto que no los veo...-remarcó con nostalgia.

-Oh, no sé. Yo también hace mucho, pero que mucho mucho, no creas.

-Qué buenos tiempos en Sanlúcar, ¿verdad? - dijo, y sus tres ojos oscuros brillaban de emoción.

-Sí, bueno, en fin, tampoco eran tan buenos, ¿eh? Sobre todo para ti. No sé cómo puedes decir eso, con la que te dábamos en los autobuses... No, ¡Ay! ¿Qué haces? De tijeras nada, ¿eh? Con lo bien que ibas..

Pero esto último no se lo dije al Rivers, sino a la chica que estaba en ese momento agachada sobre  mis partes bajas. Mientras, una marabunta había salido de sus coches y reclamaba venganza.

-Pero ¡éramos felices! Bueno, al menos vosotros parecíais serlo.. Aunque fuera a mi costa.

-Sí, bueno, oye, estoy ocupado, tengo que irme, ¿sabes? Te llamaré y tal. Que el semáforo ha pasado de verde a rojo ya unas cuantas veces. Nos veremos, supongo. Toma, anda, un par de euros. Cómprate algo, que das pena con esos andrajos.

Y me giré para mirarlo, descalzo en medio de la carretera, con dos moneditas del Monopoly en las manos y una masa colérica armada con palos ardientes y parabrisas arrancados justo a sus espaldas.

1 comentario:

  1. "¡Mierda!"-exclamé, sintiendo cómo mi libertad de sentir la velocidad era súbitamente recortada.
    jajajajaja

    buenísima locoh!

    ResponderEliminar